martes, 13 de abril de 2010

La escalera



Me encanta que me invites a tu casa, aunque haya que subir muchos tramos de escalera.

Y me encanta que siempre nos encontremos con Isidoro na más bajarnos del coche. Le puse ese nombre por su color naranja y la cara de pillo. Y porque, aunque vive en el chalet de al lado que tiene campo y todo, prefiere escaparse por la verja para recorrer el mundo, que es su barrio. Se hace respetar ladrando a todo el que pasa, y como es un perro grande la gente le tiene miedo. Aunque a mí no me apabulla semejante chucho sarnoso. Como se lo digo, agradece mi sinceridad recibiéndome con fiestas y rabotazos. O quizá le caiga en gracia porque le canto la canción de Isidoro versión perruna y le rasco aunque tenga bichos.

Donde yo vivo la gente sube a sus pisos en el ascensor, desde el garaje. Algunos siguen ese ritual hasta para comprar el pan, pero tampoco se pierden mucho del mundo de fuera. En la calle hede a soledad y humo de coches. Nadie da los buenos días, se compra todo en el mercadona y los animales callejeros, asustados, sólo salen de madrugada. Los domesticados, al igual que sus dueños, tampoco se saludan ni se huelen, caminan hipnotizados mirando sólo hacia delante.

Me gusta la tienda de tu calle porque se entra también desde la escalera. Tiene los tomates más caros, pero son de verdad, y los préstamos no tienen leuribor ni intereses. El tendero te pregunta si quieres los huevos enteros o troceados, y aunque el papel higiénico es gris y huele raro, le regala piruletas a los niños enfadados.

Una chica se ha mudado al bajo de al lado, y esta semana santa se arrancaba lo mismo por saetas que por bulerías mientras tendía los trapos. Justo encima vive un perro, lo sé porque puedo ver su cabeza, siempre encerrada en la miniterraza del primero. Intuyo que es enorme, una especie de lobo mezclado con husky siberiano. Su dueño trata a la mujer incluso peor, pero la policía no puede hacer nada si ella no denuncia. ¿Para qué coño querrá ese tipo tener vida, esposa y perro? Ojalá se muriera. Pero al final la que se murió fue la de enfrente, de hepatitis. Ni siquiera sabía que estaba enferma, tampoco sus hijas pequeñas, que ahora no sé con quién vivirán.

Donde yo vivo hace poco había conejos en el descampado de enfrente, pero desde que lo han asfaltado para hacer más aparcamientos tampoco sé qué habrá sido de ellos. En mi escalera nunca pasa nada porque nadie la sube andando, y como tampoco hay acceso visual o sonoro a las otras viviendas da la impresión de que en estos barrios la vida es más aséptica. En mi barrio la vida no huele, no llora, no grita, ni se desconojona.

Me encanta tu escalera porque tiene de todo. En el segundo piso hay un negocio de consuelos por hora. Quizá por eso de madrugada se escucha a la chica del tercero subir la escalera a toda prisa, le dará miedo encontrarse con un cliente insatisfecho. No pusieron el ascensor por culpa de dos vecinos, pero casi mejor, esos cacharros sólo sirven para minusvalidarnos antes de tiempo y alejarnos de una visión realista del mundo.

Una de las que se negó a poner el ascensor es muy bajita y muy mirada con el dinero. En invierno se colocan sus dos hijas, su marido y ella gorritos de papá noel para ahorrarse la calefacción, y por lo visto usan el mismo agua para bañarse. Por las tardes cambia de barrio para rebuscar en los contenedores. Una vez se cayó dentro de uno y tuvo que estar un rato gritando hasta que la ayudaron a salir.

Por las noches las marujas se reúnen en el descansillo a charlar y comer pipas, hacen terapias de choque y se jartan de reir. Al día siguiente, a la hora de comer, huele que alimenta en la escalera. Me encanta esa mezcla de olores, colores y sonidos. Pucheros, tortillas, sábanas, monos de trabajo, bragas de cuello vuelto, pitorros de olla express, ¡Bastiaaaaaaaaán, calla yaaaaaaaaaaa!, niños llorando, y de fondo el afilaor.

Me encanta que me invites a tu casa, aunque me muera de rabia y pena cuando veo al perro encerrado, o al canario del tercero. Aunque allí también la gente se muera. Por lo menos teneis escalera.

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